De pequeño tamaño, similar al de una oveja, y con coloración uniforme, que varía con la época del año, pasando de una coloración grisácea en invierno a un pelaje estival de tonalidad castaña. Cuenta con una cola muy corta, de apenas unos centímetros, que se pierde en el característico escudo anal de la especie, este en forma de corazón invertido y color blanco en invierno y más amarillento en verano. El bozal negro, que contrasta con el color blanco de la barbilla y labio superior, es otro rasgo muy marcado en la especie, que resulta inconfundible dentro de los cérvidos.
Al tener las cuartos traseros más largos y elevados que los delanteros, adopta un aspecto desproporcionado, viéndose obligado a andar a pequeños saltitos, lo que le confieren además un aspecto grácil y simpático.
El corzo, que emite un sonido llamado “ladrido”, por su similitud al de los cánidos, se considera un animal predominantemente forestal, que sale a campo abierto en contadas ocasiones durante el final del invierno y la primavera para añadir algunas hierbas a su dieta, basada en el consumo de hojas de arbustos y árboles bajos, así como bayas y brotes tiernos. Sus hábitos son crepusculares, viéndosele rara vez durante el día, que suele pasar escondido entre la espesa vegetación.
El tamaño del corzo, también de su cuerna, va a depender mucho del alimento y estado de salud del animal, también hay diferencias locales de tamaño dentro de la población ibérica, siendo los corzos cantábricos los que alcanzan mayores tallas y pesos, mientras que los andaluces son sensiblemente menores, seguramente como adaptación a un clima y vegetación determinados.
Los machos tienen una cuerna poco ramificada que pierde entre octubre y noviembre, comenzando a crecer el mismo día del desmogue previo y está totalmente completa y mineralizada entre marzo y mayo. La cuerna se compone de una guía principal acabada en punta, que se inserta en los pivotes óseos del cráneo mediante un ensanchamiento denominado roseta. Aproximadamente en la primera mitad anterior de esta guía principal surge una punta dirigida hacia adelante y hacia arriba denominada luchadera. En el último tercio de la guía de la cuerna aparece una segunda punta, dirigida posteriormente, denominada garceta. Así la configuración de la cuerna del corzo es relativamente sencilla y con tres puntas.
Aunque por algunos autores se ha indicado que las excrecencias o botones que presenta la cuerna, llamadas perlas, van aumentando en su número con la edad del individuo, no hay evidencia de correlación entre edad y perlado. Hoy se cree con cierto fundamento que la mayor abundancia o no de perlas tiene que ver con un retraso en el descorreado de forma que al retrasarse más se mantiene la circulación periférica del tejido óseo durante más tiempo, y ese mayor aporte local de nutrientes (en especial protéico) da lugar al perlado.
Considerado una especie marcadamente territorial, en el caso de los machos, mantienen una zona de exclusión frente a otros congéneres de su mismo sexo durante gran parte del año, prolongándose el período de celo de los machos durante casi 6 meses al año (de abril a septiembre). El dominio vital de los machos territorialistas está en torno a las 7 hectáreas.
La reproducción del corzo viene condicionada por el fenómeno de la diapausa embrionaria, por la cual el óvulo permanece flotando en el útero de la hembra desde el momento de la fecundación (julio-agosto) hasta principios del invierno (diciembre) comenzando entonces un ciclo de gestación normal, produciéndose los partos a finales del mes de abril. Su aparente éxito demográfico se debe a este fenómeno y su alto índice reproductor. Los corzos son los únicos artiodáctilos que tienen implantación diferida.
Todas estas características, unidas a su gran plasticidad adaptativa a todo tipo de hábitats, incluso islas, a las que ha podido acceder aprovechando sus óptimas cualidades nadadoras, así como llanuras cerealísticas, siempre que cuenten con una mínima cobertura vegetal en la que completar su ciclo biológico, ha motivado la amplia distribución de la especie, de la que se ha constado en los últimos años una expansión notable, habiendo ocupado territorios en los que su presencia era desconocida.
La historia evolutiva del corzo se encuentra llena de altibajos demográficos, lo que también indica una extraordinaria fragilidad ante fenómenos como deforestaciones, presión cinegética, predación, inviernos duros, etc.
El corzo se encuentra por la mayor parte de Europa, así como en una franja de Asia central que llega hasta el Pacífico. Es muy abundante en Europa oriental y central, sobretodo en Dinamarca, Australia y Alemania, también está presente en Gran Bretaña. Faltando tan solo en el extremo septentrional del continente y en Irlanda. Los principales núcleos poblacionales de la Península Ibérica ocupan la Cordillera Cantábrica, Pirineos y los Sistemas Ibérico y Central. Desde ellos se encuentra en proceso de expansión. Reductos poblacionales se encuentran, además, en Montes de Toledo, Sierra Morena, el este de Extremadura y en las sierras andaluzas de Jaén y Cádiz.
21 octubre 2008
EL CORZO
Publicado por
Aniano Arnaiz y Jota
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