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El río FrancoLa noche de San Juan acaba de pasar, entramos en el verano y ¡por fin! la calor. Como los ciclistas solemos adaptarnos a las circunstancias para esta ruta tomamos la precaución de madrugar. Queríamos recorrer una parte de nuestro querido Cerrato acompañando al río Franco desde Villafruela hasta el Arlanza y regresar por los cerros.A la hora de los panaderos vimos como una hermosa luna llena se escondía a nuestras espaldas. Cuando empezaba a clarear ya estábamos rodando junto al río en Villafruela con las piernas y las zapatillas caladas por el rocío del abundante herbazal que coloniza incluso los caminos. El relente a esas horas era intenso, 9º y… ¡mi compañero en camiseta!.
El Franco es un río pequeño (unos 30 km), realmente un típico arroyo cerrateño con alguna peculiaridad. No nace sino que se lo considera consecuencia de la unión del arroyo del Campanario y el de La Manga en el páramo de Villafruela sin que haya mucho acuerdo sobre el lugar exacto. Su recorrido es inusual ya que se dirige de sur a norte desembocando en el Arlanza por su izquierda. Lo habitual en la comarca es encontrar cauces de este a oeste hasta que topan con el Pisuerga. Podemos considerar que sus páramos y valle vienen a marcar el inicio del Cerrato por el Este.Su vega es estrecha pero fértil y a pesar de su escasa longitud suele llevar más agua que arroyos más largos del interior de la comarca. Los datos ambientales que ofrece la CHD desgraciadamente no son positivos
Cuando el sol despuntaba ya estábamos calados hasta la cintura y con suficientes espigas en las zapatillas para rascarnos el resto del camino. Recorríamos una senda que no acabamos de encontrar, bien por la maleza o porque ya no existía. Esta ausencia de caminos nos obligó a tomar la desierta carretera hasta Espinosa de Cerrato y después hasta Royuela de río Franco; un agradable aunque fresco paseo por una carretera hecha para nosotros.Entre Burgos y PalenciaComo es sabido El Cerrato es una extensa y ondulada comarca natural que abarca territorios de tres provincias. Aquí curiosamente Burgos y Palencia se enredan alternando sus pueblos y términos como si de una caja de engranajes se tratara. En este caso el río Franco, obviando estas rayas que hacemos los humanos es el que armoniza los pueblos del valle haciéndonos olvidar los ajustes (o desajustes) políticos.
Abandonamos los ríos y nos enfrentábamos a los páramos cuando ya llevábamos 40 km. Perdíamos el húmedo frescor de las riberas para subir a los secarrales. Esto nos dió la sensación de que deberíamos haber hecho al revés esta ruta, pero ¿quién sabe?
El Roble salvador
Así con el calor subiendo de tono fuimos remontando los valles pensando ya en almorzar. Era mediodía pero habíamos desayunado a las cuatro de la madrugada. Encontramos varias fuentes casi inaccesibles por la maleza. Apenas había sombras y a los hermosos corrales cerrateños les faltan los tejados. Los caminos se sucedían y la calor apretaba. En la fuente Frontaura conseguimos llenar los bidones pero sin encontrar un lugar propicio para almorzar.Uno de los puntos por los que nos apetecía pasar era por el famoso Roble de Cobos. Cuando más derrotados estábamos se nos apareció salvador en un cotarro; de repente. Imponente.
El Roble de Cobos es un superviviente de cuatrocientos años. Tuvo muchos amigos y vecinos pero todos desaparecieron para dejar su espacio a las espigas. Durante años fue maltratado como un novillo en un encierro y podado con brutalidad. Ahora recibe el reconocimiento y cariño pero está ya viejo, hueco y con importantes ramas chascadas. No tiene el aspecto hidalgo de otros robles del Cerrato como La Mata Fombellida; sino que es más bien achaparrado y fuerte como un Sancho Panza al que le queda aún mucho por ofrecer.No había nada más que decir; abrir las fiambreras y esperar que la cerveza no estuviera demasiado caliente. Bajo su abrazo protector pudimos disfrutar de una extensa vista de los cerratos ondulados y aún verdes. A la vista la hendidura del valle del Franco y el cerro de Valdelamosta con las bodegas de Cobos.Costó trabajo abandonar la acogedora sombra del Roble pero había que hacerlo. Así, con paciencia, seguimos nuestra ruta por firmes y anchos caminos. Curiosamente, a nuestra espalda, nos sorprendió tocando el claxon un enorme camión ¿?¡Agua fresca!
De corral en corral y con la vista del Torreón de la Greda al horizonte llegamos por fin hasta la fuente Frades. Con más de 36º nos refrescamos ampliamente con agua fría, limpia y reconfortante. Justo el empujón necesario para, tras pasar al pie del Cotarra (845), llegar de nuevo hasta Villafruela. Una caña doble con limón en el bar de la localidad y algo de charla con algunos lugareños extrañados nos puso de nuevo camino a casa.Y aquí algunos detalles de la ruta y el track de wikiloc:
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