La gineta o jineta, como también podemos encontrar escrito su nombre, es un carnívoro de tamaño medio, perteneciente a la familia de los vivérridos, con un aspecto singular e inconfundible dentro de la fauna ibérica. De patas cortas sobre las que se levanta un cuerpo alargado, de coloración grisácea, en la que abundan las manchas o moteados oscuros que confieren a cada individuo de la especie unos rangos propios, por lo que es posible su identificación y control fotográfico, con el examen de las características de estas manchas de la piel (Anna Pla y otros, revista Quercus enero-2001), la gineta está provista de una larguísima y gruesa cola, adornada con unos característicos anillos de color negro (de 8 a 10), alcanza una longitud superior a la de la cabeza más el cuerpo, lo que la diferencia claramente de un gato montés.
La cabeza de la gineta es pequeña, destacando en la misma sus pabellones auriculares, unos grandes ojos con características pupilas verticales adaptados a la visión nocturna y debajo de los ojos unas características manchas blancas.
La gineta cuando caza es vibrante, ágil, silenciosa y constituye todo un espectáculo de vitalidad y precisión. Su olfato y oído son muy finos, puede trepar muy bien por los árboles en busca de sus presas, pudiendo saltar de unas ramas a otras -buscando el equilibrio con la cola- con increíble agilidad. Al igual que el gato montés, captura a sus presas con las garras, las que cuentan con uñas retráctiles que guarda para las ocasiones vitales dentro de unas vainas. Las presas de mediano tamaño suelan morderlas en el cuello, devorando tras la muerte de la víctima.
La gineta es el único representante ibérico de los vivérridos, de modo que aun cuando hasta hace unos años se incluía dentro de los vivérridos ibéricos al meloncillo (Herpestes ichneumon) y a la gineta (Genetta genetta) hoy en día la taxonomía más moderna los incluye dentro de la familia de los herpéstidos y los vivérridos respectivamente.
Si bien se han dado varias teorías sobre la presencia de la especie en la Península Ibérica , lo que sí está claro es que es una especie que no se ha registrado en los estudios palenteológicos, de modo que su presencia en el continente europeo se ha considerado como relativamente reciente (en los últimos 2.000 años). Como en esta época Europa ya estaba separada de África se considera que ha sido el hombre el vehículo o medio del que se ha servido la gineta para su expansión en el viejo continente, considerándose, como opinión más aceptada, que la gineta era un animal de compañía del hombre, de la que éste se servía (egipcios, romanos y árabes han utilizado a la gineta como animal doméstico) dadas sus peculiaridades para la caza de los siempre indeseables roedores. Ha sido su capacidad para vivir y reproducirse en libertad lo que ha hecho de la especie un animal totalmente integrado en nuestra fauna autóctona.
En España se ha descrito una subespecie de gineta (Genetta genetta isabelae) o gineta de Ibiza de menor tamaño que la peninsular, no superando los 1,300 Kgs., que se considera se ha formado por evolución de la especie peninsular, a la adaptación a los hábitos alimenticios propios del entorno insular en que el mayor consumo de anfibios condiciona importantemente su dieta.
En la etología de la especie adquiere un rango muy peculiar el marcaje del territorio, el que se realiza de dos formas principales (Castells y Mayo, 1993):
- Orinando y defecando en lugares constantes.
- Por secreciones de las glándulas perianales, sobre objetos verticales, para favorecer la expansión del olor por el viento.
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